Josefa Ros, investigadora: “Si nos quedamos atrapados en la experiencia del aburrimiento vamos a reaccionar de forma explosiva”

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Santander, 8 de agosto de 2023-. Josefa Ros (1987) es investigadora postdoctoral en la Universidad Complutense de Madrid, mediante un contrato UNA4CAREER del programa europeo ‘Horizonte 2020’, que estudia el aburrimiento desde un punto de vista multidisciplinar que incluye la filosofía, la psicología, la sociología y la antropología. Esta contribución en el área de Humanidades a los Estudios del Aburrimiento ha sido reconocida con el Premio Nacional 2022 de Investigación para jóvenes María Moliner. Además,  es autora del libro ‘La enfermedad del aburrimiento’, fundadora y presidenta de la International Society of Boredom Studies.

Ros participa en el ‘VII Aula de Verano "Blas Cabrera". Introducción a la investigación, la docencia y la innovación científica’, que se celebra dentro del marco de los Cursos de Verano de la Universidad Menéndez Pelayo (UIMP), con una charla sobre el ‘Aburrimiento patológico: una aproximación desde las humanidades’.

La joven investigadora murciana se ha labrado una trayectoria en constante ascenso. Comenzó compaginando la carrera de Filosofía con dar clases de spinning durante las tardes en un gimnasio para poder costearse los gastos. Luego se esforzó para conseguir matrícula de honor en cada asignatura para obtener la gratuidad de la matrícula de la universidad en los años sucesivos. Y acabó doctorándose cum laude. Y todo, a pesar de sus orígenes en el seno de “una familia que no tenía ni le interesaban los libros”.

¿Qué realmente es el aburrimiento?

Al reunirnos con ella, nos ha explicado que “tenemos una idea muy equivocada del aburrimiento. Comparamos el aburrimiento con el estar sin hacer nada, con el tener tiempo para el descanso, tiempo para estar con uno mismo, reconectar con los propios pensamientos y poner en reposo el cerebro. Y realmente el aburrimiento es todo lo contrario a esto. Y una de las pautas esenciales para distinguir qué es aburrimiento de qué no lo es, es ese dolor, experimentar ese fastidio”. “Es más, si en esa necesidad de buscar una estrategia de huida frente al aburrimiento, tu cerebro no da con la clave sobre cómo introducir un cambio, al final incluso puedes llegar a desarrollar un estado de estrés, de ansiedad y frustración”, añade Ros.

El estudio del aburrimiento desde las Humanidades

Ros aborda el estudio del aburrimiento desde las Humanidades ya que afirma que “tradicionalmente son las que se han encargado de abordarlo. Y ahora que desde el siglo XX son las Ciencias de la Salud Mental las que tienen un poco la batuta, las Humanidades hacen la función de poner límites deontológicos a las Ciencias de la Salud Mental. Además, al margen de esto, el aburrimiento es un fenómeno multifactorial, de ninguna manera podemos abordarlo en su complejidad, si no es teniendo en cuenta distintas disciplinas, por supuesto las Humanidades entre ellas” ha querido recalcar la investigadora.

El aburrimiento como problema

El aburrimiento se convierte en un problema en el momento en el que no somos capaces de introducir un cambio que haga que se mitigue o desaparezca y existen dos tipos: el aburrimiento crónico “cuando ni siquiera sabemos cuál sería el escenario más deseable que el que nos resulta aburrido”, afirma Ros; y el “aburrimiento situacional cronificado”, término que ha acuñado la propia investigadora, cuando “si podemos llegar a confabular un escenario más deseable, pero no podemos ponerlo en práctica porque el contexto no lo permite”.

“Si nos quedamos atrapados en la experiencia del aburrimiento, en ese dolor, es cuando se convierte en un problema porque, frente a ese malestar enquistado de forma indefinida, vamos a reaccionar de forma explosiva, transitando siempre en los extremos, adoptando conductas más desadaptativas que van a estar aparejadas a estrés, ansiedad, depresiones, sentimiento de soledad e incluso ideación suicida. Y eso es precisamente lo que querríamos evitar”, ahonda sobre el tema Ros.

Actualmente, Josefa Ros se interesa en “los escenarios que creamos como sociedad, que son fuente de aburrición para un conjunto de personas y que podrían cambiarse con cierta voluntad”. Ros está aplicando el marco teórico en las residencia de mayores y afirma que allí se encuentra con “personas que padecen aburrimiento crónico, pero también con muchas personas que sí saben cómo les gustaría ocupar su tiempo de manera significativa. El problema está en que el propio entorno en el que viven, esa institución, se rige por una serie de protocolos, de regulaciones, de normativas, que impiden que esa forma más deseable de pasar el tiempo se pueda poner en práctica. Lo que yo hago, precisamente, es analizar ese contexto, esa fuente de aburrición, y tratar de proponer soluciones a partir de lo que los propios residentes me sugieren”, apostilla.

La edad como condicionante del aburrimiento

“El aburrimiento es un fenómeno que afecta a cualquier grupo de edad. Aunque sí es cierto que cuando nos vamos a la infancia o a la última etapa de la vida, podemos ver un poquito más de aburrimiento que quizá en aquellos adultos jóvenes que están construyendo su proyecto de vida”, afirma la investigadora sobre la idea de que la edad condicione el aburrimiento.

Sobre las dos etapas vitales donde es más probable padecer el aburrimiento, Ros explica que “es más complicado esquivar el aburrimiento en los niños porque ellos lo tienen todo por conocer y son conscientes. Se cansan rápido de aquel primer contacto que hacen con una actividad porque enseguida quieren seguir viendo qué más hay. Y las personas mayores, por el contrario, lo han visto todo, tienen un catálogo de opciones para responder al aburrimiento muy delimitado y no siempre están dispuestas a introducir nuevas. De manera que cuando se ven impedidas para poder poner en práctica sus opciones padecen el aburrimiento de forma más frecuente”, finaliza.

 

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