Santander.- Hace ya dieciséis años que Pako Merino y Diego Lorca fundaron la compañía teatral Titzina. Desde entonces han estrenado cuatro funciones, una cifra que puede resultar sinónimo de fracaso, lo que se aleja mucho de la realidad. Y es que, además de haber cosechado diferentes éxitos tanto en España como en Latinoamérica, los directores, actores, escritores y productores se introducen con cada montaje en un exhaustivo proceso de creación que les lleva a estar trabajando en una idea aproximadamente alrededor de dos años. El método "yo me lo guiso, yo me lo como" con el que nacieron en el 2000 tiene sus inconvenientes aunque gracias él ellos "no han vivido ese declive por la bajada de recursos".
Dedicar tanto tiempo a la preproducción e implicarse en profundidad en sus montajes, hace que en la actualidad solo tengan en mente terminar el tour de Distancia siete minutos que este miércoles recala en Santander dentro del ciclo Escénicas en el Casyc de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP): "Funcionamos de forma muy pasional y hasta que no estamos relajados y con la gira controlada, no nos sentamos a trabajar en lo próximo. Tendremos que ver qué ideas nos surgen y nos motivan para adentrarnos en un proceso que dura mucho y para el que hay que tener muchas fuerzas", ha explicado Merino. "Cada proyecto tiene mucha energía de los dos porque somos rigurosos, obsesivos y entendemos el teatro desde un compromiso total", ha añadido Lorca.
Con este espectáculo, escrito, dirigido, interpretado y producido por ambos, decidieron "salir del lado oscuro" en el que habían permanecido en las anteriores funciones para contar una historia más positiva, que parte de "la búsqueda de la felicidad". A partir de ahí comenzaron a realizar "un proceso de observación muy grande" en la Prisión Modelo de Barcelona que directamente les llevó a reflexionar sobre la justicia. Después pasaron tres meses asistiendo a juicios de temas menores para estudiar el ámbito judicial y de toda esta investigación surgió el protagonista de la obra, Félix, un juez que siete años después de montar su propio despacho se ve obligado a volver al hogar familiar: "Es ahí cuando vemos cómo cuesta solucionar esa distancia y esas incógnitas familiares que quedaron sin resolver", ha asegurado Lorca. En su opinión, la historia representa momentos "altamente cómicos" gracias a conflictos menores que se adentran en el terreno más emocional del protagonista en el que la "incomunicación con lo seres queridos" jugará un papel importante, lo que "pone en evidencia que el hombre es capaz de errar una y otra vez sin encontrar solución".
En la formación de Titzina siempre han interesado los temas universales, "cosas que trascienden más allá de lo cotidiano" como la felicidad, argumento principal de Distancia siete minutos: "Lo bonito de cualquier manifestación artística es hace las mismas preguntas que se ha planteado el ser humano eternamente, y por eso funcionan estas obras. La búsqueda de la felicidad es una utopía. No existe una fórmula", ha destacado Merino, quien ha explicado que las conclusiones las tiene que sacar el público: "Nosotros no podemos dictar dogmas, manifestamos cuestiones de la vida real de una persona y la gente se puede sentir identificada". Para él, eso es lo más maravilloso del teatro: "Aunque el asistente no sea juez puede que le toquen las cosas y eso es la magia del teatro, que desde la butaca sufra por el personaje porque al mismo tiempo está proyectando su vida sobre él", ha explicado. "No vamos a cambiar la vida de nadie, pero por lo menos intentaremos que salga de su día a día y reflexione sobre hacía dónde va su vida", ha concluido.
Después de la función en el teatro Casyc, Pako Merino y Diego Lorca participaron en un coloquio junto a Pascual Ortuño, magistrado de la Audiencia Provincial de Barcelona y Luis Aurelio González, presidente de la Asociación de Magistrados Europeos por la Mediación GEMME (España).
Fotografía:Esteban Cobo/UIMP