Santander, 2 de agosto de 2022.- Desde la sala Riancho del Palacio de la Magdalena, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han (Seúl, 1959) confesó, durante el arranque del curso magistral que imparte los días 1, 2 y 3 de agosto en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), ser “tremendamente gandul”, que no le gusta viajar, y que tan solo deja Berlín –ciudad en la que está afincado– una o dos veces al año. Fueron sus “sentimientos de agradecimiento”, resultado de haber escuchado que “está gustando” leer sus libros en España, lo que le llevó a aceptar la “amigable invitación” de la UIMP para acudir a Santander y protagonizar la cita estrella de los Cursos de Verano 2022, explicó el pensador en los primeros minutos de su coloquio ‘Digitalización y disrupción en el mundo de la vida’.
El autor de Infocracia (Taurus, 2022) lleva varios días en Santander, ciudad que califica como “una maravilla” y en la que ha podido apreciar que “hay muchas personas que parecen muy relajadas”. Esto ha hecho que uno de los filósofos más leídos en la actualidad, se plantee por qué un país “que tiene como ritual sagrado la fiesta y la siesta” pueda interesarse por la “sociedad del cansancio”, uno de los conceptos acuñados por el pensador y que valieron su reconocimiento. “Quizá a la gente no le vaya tan bien”, agregó antes de ahondar en el resto de ideas que presenta en sus ensayos.
“El lenguaje se ha convertido en información y cuando lo usamos solamente como tal, pierde su carácter contemplativo”, explica Byung-Chuil Han mientras asegura que no tiene “ni paciencia ni tiempo para un poema”.
En consecuencia, una de sus tareas como filósofo es la de hacer un llamamiento a la sociedad para que preste atención al proceso de digitalización, “responsable de la pérdida de la atención contemplativa, que nos roba la parte poética”. En este punto, Han pregunta ante su público: “¿Para qué viven las personas si perdemos la poética? Si seguimos como estamos, nunca habrá un segundo Cervantes”.
Digitalización
El pensador manifiesta su descontento con que todos los políticos apoyen de forma rotunda la digitalización, en el 4G o el 5G. Sin embargo, a su parecer, “cuanto más rápido vaya esta red, más se fragmenta nuestra atención, y esto no solamente nos enferma, sino que altera la cultura. Porque la cultura requiere de otro tipo de atención, una “más lenta y larga”.
“Tenemos que tomar nuestras propias decisiones en la digitalización porque los políticos de por sí no piensan; los filósofos, los artistas, si piensan pero tienen que participar en la configuración de la digitalización; porque la digitalización no tiene rostro humano”, comenta.
Además, recalca que si dejamos este proceso en manos de la economía y el capital “lo que hacemos es destruir nuestra alma, nuestra cultura”, y se siente sorprendido de que los políticos se nieguen a pensar: “es un gran problema”.
“Deberían leer mucho”, advierte, al tiempo que pone en duda que la mayoría lo hagan, a pesar de que, dice que hay excepciones como en el caso del exmandatario Felipe González, quien le confesó personalmente que le encantaban sus libros
Telefonos inteligentes
El autor de No-Cosas o Infocracia, cuenta que su teléfono es un Nokia que puede tener entre 20 y 30 años, que no le gustan los teléfonos inteligentes pero reconoce que son “tremendamente útiles” y que cuando va a la la naturaleza lleva un smartphone que le permite saber qué tipo de flores encuentra en su camino: “Para mí es importante saber el nombre de las plantas, o de un ser querido y conocer el nombre de aquellas cosas a las que se quiere es el motivo por el que lo llevo”.
De hecho, Han asegura que le encanta la tecnología: “Me gustan las máquinas, son maravillosas y no odio la digitalización”, pero para él este concepto tiene un significado basado en satisfacer la necesidad de las personas: “si sometemos la economía al capital, nos aislamos, enfermamos, nos encontramos cada vez más solos, fragmentamos la política, debilitamos la democracia y creo que deberíamos reflexionar sobre ello”.
Sin embargo, Han expone que “el capital nos enferma” y pone como ejemplo a personalidades como Bill Gates o Mark Suckerberg para explicar las dos caras de esta sociedad: “Se presentan como filántropos pero son el diablo, porque el que cuenta es el capital”.
“Zuckerberg tiene una montaña de azúcar, reparte caramelos con la etiqueta de Facebook y nos hace adictos a todos; la gente mira constantemente su Facebook son zombies”, explica: “Todos nos volvemos adictos para después generar más capital”.
Pandemia
Durante la pandemia, el filósofo explica que se ha erosionado la confianza entre los individuos porque “apenas nos tocamos”: “Es el apretón de manos lo que genera la confianza; es algo que la pandemia ha erosionado de manera masiva, y la falta de contacto erosiona la comunidad”. Asimismo advierte que la pandemia también ha contribuido a agravar las “crisis de comunidad” entre régimen neoliberal y la digitalización.
El pensador remarca que estar en red “no significa estar conectado” y que esa red sin fronteras “debilita el vínculo” entre las personas: “Pese a las redes sociales, estamos más solos que nunca”.