Santander.- Aunque se trata de una de las figuras clave del teatro español, Albert Boadella no tiene muchos premios en su vitrina, una circunstancia con una sencilla explicación: "Estoy más satisfecho de los premios que no he aceptado, que son muchos", ha manifestado en una rueda de prensa celebrada en el Palacio de la Magdalena antes de recibir el IX Premio La Barraca a las Artes Escénicas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Así, ha recordado cómo rechazó el Premio Nacional de Teatro, porque consideraba que se le daba "por motivos estrictamente políticos", el Premio Valle Inclán porque había estado en el jurado en una anterior edición y comprobó que otros integrantes "no tenían ni idea de las obras que votaban", o el Premio Max, porque creía "que no premiaba al mejor". Sin embargo, este Premio La Barraca es una distinción con "mucho significado" para él, según ha manifestado en esta comparecencia ante los medios en la que ha estado acompañado por el periodista y escritor, Luis del Val, encargado de la laudatio, y por la vicerrectora de Extensión Universitaria, Enseñanzas del Español y Otras Lenguas de la UIMP, Montaña Cámara.
Sobre este reconocimiento de la UIMP ha dicho que ya su mismo nombre, La Barraca, hace referencia a la compañía que fundó Federico García Lorca y que "se dedicaba a hacer un teatro que se acercaba mucho a lo que hacía yo cuando empecé con Els Joglars", proyecto al que ha dedicado gran parte de su vida: "Un teatro sin grandes méritos, con carácter popular", ha dicho. Porque, en su opinión, "el teatro es el arte donde la sencillez de medios es casi esencial, ya que sucede como en todas las artes, que existe un concepto fundamental: con lo mínimo, hacer lo máximo".
En los últimos ocho años, Boadella ha estado al frente de la dirección artística de los Teatros del Canal, una "época formidable" en la que, ha asegurado, se ha sentido "extraordinariamente libre": "Desde el punto de vista político, no me han dicho lo que tenía que hacer. Jamás recibí una indicación, algo que tendría que ser lo normal en una democracia, pero no siempre ocurre así", ha dicho. El actor ha dejado el cargo por una sencilla razón: "He necesitado recuperar la libertad personal, porque cuando tienes un cargo hay cosas que puedes decir y otras que tienes que contener".
Desde entonces, dedica su tiempo a trabajar en una ópera sobre Pablo Picasso, "no solo para decir que era un buen pintor, que nadie lo niega, sino para decir que allí por donde piso, no volvió a crecer la pintura", ha destacado. Una visión que, según él, dará lugar a debate. "Es una figura que me interesa mucho, porque considero que el mundo actual casi ha hecho desaparecer estas artes". A su parecer, en las artes plásticas la intención no es vender al amateur al que le interesa la pintura, sino a los magnates o instituciones del Estado, hecho que las diferencia de las artes escénicas: "En el teatro esto no es posible, porque no se han perdido los códigos de comunicación con el espectador. Sin embargo, en el arte los códigos de referencia han sido destruidos", ha advertido.
Cuando se trabaja en cualquier manifestación artística, ha reflexionado, "uno tiene que tener en la cabeza a quién se dirige". Él siempre tiene "un retrato robot del espectador", lo que le costaría mucho más conseguir en Tokio, ha expuesto como ejemplo, que en la sociedad en la que reside: "Es muy importante conocer la fisiología del espectador, el ritmo y el sentido del tiempo", ha insistido. El IX Premio La Barraca a las artes Escénicas ha sostenido que "ha aprendido más de Beethoven que de Shakespeare", y ha hecho referencia a la Quinta Sinfonía del compositor alemán: "Una maravilla de lo que supone el juego de contención". Para él, eso es precisamente el oficio teatral, una profesión en la que los temas son siempre los mismos: "El arte siempre es la manera más que el fondo, es la forma la que hace el fondo", ha concluido.
Fotografía: Esteban Cobo/UIMP